OBJETIVO DE ESTE BLOG

Como miembro de la Sociedad de Socorro desde hace muchos años, y habiendo tenido la oportunidad de compartir diversas experiencias con diferentes mujeres tanto en barrios como en ramas en cuanto a esta organización en varios lugares de Europa, quisiera compartir con las demás hermanas del mundo a través de este Blog, lo que para mí sería "una Sociedad de Socorro ideal".

martes, 19 de febrero de 2013

CÓMO EMPEZÓ EL PLAN DE BIENESTAR



Desarrollo del Programa de Bienestar de la Iglesia

Artículo sac Creencias mormonas
La Gran Depresión golpeó mucho a los Estados Unidos el 29 de octubre de 1929.  Sus efectos alcanzaron a todos, los Santos no fueron la excepción.  En 1932 el desempleo en Utah había alcanzado la asombrosa cifra de 35.9 por ciento.  Muchos estaban dispuestos a trabajar, pero no podían encontrar un empleo.  La gente tenía que hacer colas para comprar pan y tratar de mantener a su familia.  La Iglesia como organización también fue muy golpeada.  Las donaciones de los diezmos bajaron desde $ 4 millones en 1927 hasta $ 2.4 millones en 1933 debido a la caída repentina de los ingresos.

    Granero                        
Desde antes de la Gran Depresión, la Iglesia contaba con un programa de bienestar, pero no estaba estandarizado.  El Obispado Presidente y la Presidencia General de la Sociedad de Socorro ya se ocupaban activamente de ayudar a los necesitados a encontrar un trabajo, mantenían un almacén y ayudaban de todas las maneras posibles.
Con el Nuevo Trato del presidente Franklin D. Roosevelt, los líderes de la Iglesia notaron que una apatía y  sentido del derecho se filtraban en la actitud de los Santos.  El presidente Heber J. Grant señaló: “Muchos han dicho…: ‘¿Y qué?  Si otros reciben algo [de ayuda del gobierno], ¿por qué no he de recibir yo también?
“Creo que va predominando entre la gente la tendencia a tratar de conseguir algo del gobierno de los Estados Unidos sin posibilidades de llegar a pagarlo nunca.  Y pienso que es un gran error”.
Los líderes de la Iglesia querían encontrar una manera de ayudar a los miembros que luchaban mientras tomaban los consejos de las Escrituras, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18), pero sabían que estaba mal que la gente sea ociosa y obtenga algo sin nada a cambio.  Sobre la base de los fundamentos del sistema de bienestar que ya tenía, la Iglesia comenzó a desarrollar y aplicar los principios recibidos a través de la revelación.  Sylvester P. Cannon, el obispo presidente en 1930, describió el objetivo “asegurarse de que ninguno de los miembros activos de la Iglesia sufra la carencia de los artículos de primera necesidad… La labor de la Iglesia… consiste en ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas.  Nuestra norma es auxiliarlas para que se hagan independientes… en lugar de tener que depender del socorro de la Iglesia”.
Los diferentes barrios manejaron esto de distintas maneras. Algunos pusieron en funcionamiento clases de costura y enlatado de alimentos mientras que otros crearon proyectos para que los miembros trabajen juntos en beneficio de todos.  En julio de 1933, la Primera Presidencia dio a conocer los principios fundamentales de asistencia que podrían aplicarse en toda la Iglesia.  La Primera Presidencia dijo: “Nuestros miembros capacitados no deben pasar la vergüenza de aceptar algo sin dar nada a cambio, a menos que sea como último recurso… Los oficiales de la Iglesia que administren la asistencia deben buscar los medios por los cuales todo miembro capacitado de la Iglesia que se encuentre en situación de necesidad pueda compensar la ayuda recibida rindiendo a cambio algún tipo de servicio”.  Los líderes de la Iglesia también hicieron hincapié en la importancia de vivir con rectitud, de acuerdo con la economía y con moderación”.
En 1935 Harold B. Lee fue llamado a introducir el programa de bienestar en toda la Iglesia.  Después de un año de preparación y revisión de los principios de la Iglesia ya implementados, los líderes de la Iglesia celebraron una sesión extraordinaria para las presidencias de estaca y los obispados de barrio.  En esta reunión se refirieron al hecho de que una sexta parte de todos los miembros de la Iglesia recibía ayuda pública y que muchos de ellos no daban nada a cambio. La Primera Presidencia amonestó a los líderes a “estimular de nuevo el deseo de independencia económica entre los Santos de los Últimos Días”.
A los maestros de barrio (ahora llamados maestros orientadores) se les dio la responsabilidad, al igual que a las hermanas de la Sociedad de Socorro, de “descubrir y evaluar” la magnitud de las necesidades de los miembros del barrio.  También se exhortó a los miembros a aumentar sus ofrendas de ayuno con el fin de crear una base para el programa de bienestar.  El programa comenzó a nivel de barrio y aumentó en jerarquía a nivel de estaca, luego a nivel regional, y en última instancia a nivel de Obispado Presidente.
A medida que el programa de bienestar se desarrollaba, los líderes de la Iglesia expresaban continuamente a los Santos la necesidad de trabajar, el deseo de trabajar, el ahorro, el trabajo y la recuperación de su autoestima.  J. Reuben Clark, quien fue llamado a ayudar con el programa de bienestar, habló sobre el tema en la conferencia general de abril de 1937, un discurso que aún es citado a menudo hoy en día:
“Evitemos las deudas como si evitaríamos una plaga…
“Que todo cabeza de familia se esfuerce por tener alimentos y ropa, y, si es posible combustible también, por lo menos para todo un año… Que todo cabeza de familia tenga como meta ser propietario de su casa, libre de hipotecas.
“Cubrámonos otra vez con estas bien probadas y nobles virtudes: la honestidad, la veracidad, la castidad, la sensatez, la templanza, la industria y la economía; desechemos toda codicia y ambición injusta”.
Con los principios instaurados y con la fe de los Santos en juego, las ofrendas de ayuno aumentaron tanto en tamaño como en número.  Los barrios y las estacas, así como la organización de la Iglesia misma, continuaron adquiriendo granjas, envasadoras y otras empresas que produjeran para sí mismas.  Las organizaciones de la Sociedad de Socorro ayudaron a impartir cursos de costura, panadería y conservación de alimentos.  En 1938, los mormones fundaron Industrias Deseret para ofrecer empleos a los que no podían encontrar uno y para garantizar que los bienes no sean descartados innecesariamente. Aún funciona hasta la actualidad.

 Industrias Deseret mormonas

Los que han recibido y reciben ayuda a través del programa de bienestar tienen la oportunidad de trabajar por lo que reciben o pagar de cualquier manera.  El programa de bienestar es una organización en funcionamiento y es dirigida de manera eficiente.  Su objetivo es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma.  Tiene muchas facetas, tales como suministrar alimentos, artículos para el hogar y ropa a aquellos que de otra manera no se lo pueden permitir.  Cuenta con instalaciones de capacitación laboral y talleres, e incluso proporciona servicios de adopción y asesoramiento.  Los miembros son animados a ser voluntarios en las numerosas instalaciones como forma de servicio a los menos afortunados.


¿Acaso no se parece actualmente nuestra época a la descrita arriba? Al menos en España, nos estamos encontrando en situaciones muy parecidas con mucha gente en el paro, sin poder encontrar trabajo, y la situación empeora de día en día.
Tal vez sea ésta una buenísima oportunidad para que las presidencias de la Sociedad de Socorro oren para encontrar la mejor manera de ayudar a las hermanas a recobrar "el deseo de trabajar, el ahorro, el trabajo y la recuperación de la autoestima" como se dijo arriba. Es tal vez ahora el momento de enseñar a las hermanas a coser para que hagan su propia ropa y la de su familia, a hacer punto (calcetar), a aprender a hacer conservas, y todo lo que sea necesario para que puedan vivir de forma frugal, pero autosuficiente.
Que al planear las ACTIVIDADES ADICIONALES, las presidencias de la Sociedad de Socorro se basen elas palabras de J. Reuban Clark: 
"Cubrámonos otra vez con estas bien probadas y nobles virtudes: ... la templanza, la industria y la economía; desechemos toda codicia y ambición injusta”.
El mundo en el que vivimos actualmente no está ya para el despilfarro. Es el momento de reaprender a ser trabajadoras, industriosas, a crear muchas cosas con nuestras propias manos, a ser autosuficientes en nuestros hogares, ayudando a la economía familiar al hacer casi todo por nosotras mismas, ayudando así a ahorrar en beneficio de nuestra familia.
 

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